Cuesta encontrar en la historia nacional una emergencia social-sanitaria de tanta envergadura. La velocidad de los acontecimientos nos interpeló, pero la rigurosidad de las
respuestas fueron enhebrando una convocatoria institucional anclada en un sentimiento colectivo inédito.
El sistema de Salud Pública argentino tiene una fuerte presencia territorial y una altísima calidad profesional. El desfinanciamiento y los intentos privatistas del neoliberalismo lo debilitaron pero no lograron doblegarlo.
La fractura social se muestra descarnada ante los diferentes comportamientos de los estamentos de la sociedad. De nada sirve el incentivo a las denuncias permanentes; las
prácticas y mensajes concientizadores son su contracara. Presionar, insinuar o reclamar la militarización de las calles es tan inoportuno como el comportamiento de sectores pudientes acostumbrados a vulnerar todas las normas y conductas con sus billeteras. Esta es una pelea que se gana con solidaridad y sentido común; no hay balas ni gases lacrimógenos que combatan virus pandémicos.
Está visto que el sujeto social que sostiene esta epopeya es el mismo que puso el cuerpo ante cada crisis de diferentes orígenes en nuestra historia. Son los trabajadores públicos y privados, los profesionales, los pequeños comercios y demás sectores del pueblo quienes vertebran a la sociedad en todo proyecto colectivo.
Cuesta imaginar la lucha contra esta crisis siendo gobernados por los representantes directos de las minorías que, cuando las papas queman, muestran sus aristas mas frívolas: agolpados en las autopistas a la costa, en los aeropuertos, o bien exigiendo presencias militares o despliegues
represivos.
Está visto también que el Peronismo es la principal fuente de recursos humanos y políticos para encauzar el proyecto de una Nación integrada e igualitaria. No tengo dudas que a esta
Pandemia la derrotaremos entre todos; y que sobre la base de ese triunfo reconstruiremos la Patria Justa, Libre y Soberana que siempre soñamos.