Estrategias de China en esta pandemia: «Vamos por todo»

China experimenta una nueva forma de acercamiento con el resto de los países. Sobre todo con aquellos que no tienen recursos para enfrentar la pandemia por coronavirus. Lanzó la “diplomacia de la mascarilla o del barbijo”. Es simple, económica y eficiente para sus planes. Por un lado, le permite limpiar su imagen luego de haber ocultado el alcance del brote de la neumonía atípica que se desarrollaba en Wuhan mucho antes de lo que informó a la Organización Mundial de la Salud (OMS). Por otro, comprometer a la nación beneficiada para futuros planes.

Esa política exterior podría permitirle a Beijing en un futuro quedarse con explotaciones clave en diferentes puntos del planeta, sobre todo en aquellos donde la transparencia es un bien escaso administrado por unos pocos. América Latina y África encabezan la lista de debilidades.

Hasta hace pocos meses, antes de la pandemia que ya se cobró la vida de 200 mil personas en todo el planeta, la entrada a los estados pobres era mediante créditos directos. Esos voluminosos préstamos fueron siempre negociados entre Beijing y el país ahogado financieramente. Las tasas suelen ser altísimas, pero el dinero fresco permite salir de algún apuro de caja. También habrá algo que pocos leerán: la letra chica.

En caso de incumplimiento o default, esas cláusulas ocultas -lo sabe bien Venezuela– le facilitará a China adueñarse de sectores estratégicos. En tierra caribeña fueron pozos petroleros. Pero, cada país tiene algo tentador para ofrecer: puertos, gasíferas, centrales nucleares, hidroeléctricas, hidrovías, ferrocarriles, crudo, minería.

China irrumpe en todos lados de manera agresiva. Las empresas que compran en otros países tienen comisarios que supervisan cada paso que dan los trabajadores locales. Los tienen al lado todo el tiempo, observando y anotando todos los procesos. Luego copian las tareas y las llevan a su país”, relató a Infobae un importante hombre de negocios europeo cuya firma quiso ser comprada en varias oportunidades a precios dos veces superiores al de mercado. Prefiere el anonimato: tiene intereses en otras partes del mundo donde los gobiernos son más permeables a los llamados desde Beijing.

Tampoco respetan estándares medioambientales. En Brasil, por ejemplo, las operaciones en Puerto de Açu, a 300 kilómetros al norte de Rio de Janeiro, fueron calamitosas en el sector del dragado. Allí trabajaban bajo la supervisión de Anglo American que decidió echarlos tras la deficiencia en el servicio. Pero la decisión debió ser revisada. Se cree que Dilma Rousseff, quien era entonces presidenta, recibió un llamado desde la embajada china en Brasilia. No está claro qué fue lo que le dijeron, pero funcionó. La representante del Partido de los Trabajadores no reparó en el daño y presionó a la compañía inglesa para que recontrate a sus huéspedes pese al default ecológico provocado en la costa. Temía que China no le compre más acero ni alimento.

Todas las obras y las inversiones que promueven tienen un objetivo geopolítico”, aclara un empresario holandés preocupado por lo que pueda suceder a partir de la crisis que causó el COVID-19 y la vulnerabilidad de los países con economías raquíticas. También insiste con la idea de quedar a merced de la presión del régimen: en la actualidad, todas las operaciones pueden definirse desde una oficina en Beijing, desde la desconexión eléctrica, pasando por la interrupción del suministro de agua, por el cierre de un puerto, un black out informático o el apagado de algo tan sencillo y clave como el balizamiento digital de un río. En cada una de estas áreas podrían fijar tarifas a su antojo, ya que cada actividad está vinculada con otro sector de vital importancia para el país anfitrión. La queja de una administración tendría como respuesta un nuevo llamado. Y a volver a empezar.