Primer debate presidencial en EEUU por la enviada Paula Lugones corresponsal en USA

Se esperaba que los candidatos fueran a fondo, pero no tanto. Fue un debate caótico, sucio, lleno de insultos y golpes bajos, como nunca se vio en la política estadounidense y un signo del clima que se vive hoy en este país, dividido y exasperado, con un presidente que rompe todos los esquemas. En este contexto de chicanas y burlas que parecían más bien de colegio secundario y muy ajenas a la investidura de un líder de la primera potencia mundial, Trump no pudo ganarle a Biden.

Por eso, en el medio del barro, el que sacó ventaja en el primer debate para las elecciones del 3 de noviembre fue el demócrata porque sobrevivió a la embestida del presidente que necesita desesperadamente remontar en las encuestas.

Fue difícil estar atenta a todos los agravios que se lanzaban. Además de mirar el debate, había que escribir al mismo tiempo una nota para el diario de papel porque era casi medianoche y las máquinas esperaban para arrancar la impresión. También otra nota para la web y, mientras tanto, tuitear una especie de “comentario del partido” en tiempo real. Después de todo eso, escribir un análisis para que los que se habían ido a dormir temprano se enteraran por la mañana qué había pasado y quién había ganado. Desde la redacción en Buenos Aires también sumaban lo suyo. Pero más allá del estrés, a los periodistas –se sabe– nos gusta la adrenalina de trabajar bajo presión. Y creo que aún no vimos lo peor: el tono del debate parece ser un anticipo del último tramo de la campaña que será muy agresivo.

En el cara a cara se rompieron todas las reglas porque –sobre todo Trump— no respetó los tiempos asignados e interrumpió constantemente a Biden a nivel de que el demócrata le tuvo que lanzar: “¿Te podés callar, hombre?”. Biden también disparaba. Siempre hay tensión y se escuchan algunos palos en los debates, pero esta vez se dijeron de todo: mentiroso, racista, payaso, el peor presidente de la historia, poco inteligente, idiota.

Biden marcha adelante por 6,1% a nivel nacional y un 3,5% en los estados clave, según un promedio de RealClearPolitics. La estrategia del presidente en el debate para recuperar terreno fue no abordar los temas elegidos por el moderador sino intentar acorralar a su rival, interrumpirlo, sacarlo de quicio para desestabilizarlo y que cometa errores. Pero eso no sucedió porque a Biden se lo vió aguantando bien. Incluso con una fortaleza que pocos anticipaban y menos Trump, que lo llama “Sleepy Joe” (Joe el dormilón) y dice que su rival necesita drogas para debatir.

Según mi experiencia, los debates no suelen cambian opiniones. Los que aman a Trump lo seguirán apoyando y los partidarios de Biden harán lo suyo. Pero hay un 3% de indecisos, según los últimos sondeos, que miran atentamente a quien votar. En general son independientes moderados, que se inclinaron por Trump en 2016 porque querían alguien con un estilo diferente en la Casa Blanca, pero ahora dudan.

El magnate ya no es aire nuevo, es un viejo y polémico conocido. Y suena difícil que los indecisos se vean seducidos con el estilo belicoso del presidente, que llegó a interrumpir anoche a su rival cuando recordaba a su hijo muerto; que se negó a condenar al supremacismo blanco; que no quiso decir si reconocerá el resultado de las elecciones si pierde.

Habrá que ver. Todavía falta y Trump es un hombre que ha sabido remontar las cuestas y dar sorpresas. Pero en este primer debate de tres que habrá antes del 3 de noviembre perdió claramente una oportunidad de descontar distancia.

Más allá de todo, fue un espectáculo bastante triste ver a esos dos hombres interrumpiéndose e insultándose, sin debatir planes ni ideas, cuando hay más de 200.000 muertos por coronavirus, desempleo, racismo y parálisis económica. Al fin y al cabo, uno de ellos será el líder de la primera potencia mundial en los próximos cuatro años.