Sin fondos para la creación del Salario Universal

Pocos días atrás, se reunieron los ministros de Economía, Martín Guzmán, y de Desarrollo Social, Juan «Juanchi» Zabaleta. La conclusión, más allá de las cuestiones formales, fue nítida e incluso explícita: no hay fondos para crear el salario universal que propone un ala del oficialismo. Es más, hay muy poco margen para cumplir la promesa de nuevos fondos para los movimientos sociales afines al oficialismo. ¿Sincericidio preelectoral? Más bien parece la asunción de una situación que amenaza con escaparse de las prudentes manos de Guzmán.

Se cumplirá, eso sí, el financiamiento ya acordado de unos $800.000 millones hasta noviembre al menos. Pero luego será el momento de ponerse serios. Está fresco el recuerdo del 2020, cuando para cubrir un déficit fiscal de 6,5% del PBI se emitieron 7 puntos del Producto. Fueron unos 2 billones de pesos adicionales que vieron la luz. Y una parte importante de ese papel moneda sirve para explicar el pifie del 29% de inflación para todo el año. Luego volveremos sobre el tema precios.

En los primeros seis meses del año, el equipo económico mantuvo cierta compostura en la emisión y recurrió a la deuda en moneda nacional para financiar el déficit. Pero esto también genera ciertos desequilibrios. El grueso de la deuda está indexada ya sea por dólar, CER o tasa y se calcula que sólo por intereses se están devengando unos $100.000 millones, que en algún momento habrá que pagar. No el capital, sino al menos los intereses. Es decir que el sistema creado para emitir menos en realidad implica también una fuente de emisión. Peor aún, debido al poco eco de las últimas licitaciones de deuda, el Tesoro le pidió al Banco Central (el organismo que emite los pesos) algo así como $200.000 millones para agosto (ver Bolsillo del 11 de agosto, humildemente) para cubrir el déficit.

Dinero que, más tarde o más temprano, también podría ir a los precios o al BCRA en forma de Leliq’s o Pases. Y esto genera un desequilibrio muy significativo. Veamos: la base monetaria (total de moneda nacional en los bolsillos y cuentas a la vista de los argentinos) suma 2,9 billones de pesos. La suma de Leliq’s y Pases, unos $4 billones que rinden entre 38% y 42% de interés anual. Una perfecta máquina de producir nuevos desequilibrios.

Sin meternos en complejidades vinculadas al balance del BCRA (si fuera una empresa podría pedir convocatoria de acreedores o directamente la quiebra), otro de los potenciales desequilibrios incumbe a la autoridad monetaria, más precisamente a las reservas de libre disponibilidad. Las luces amarillas las prendió el propio gobierno al reforzar aún más (sí, es posible alguna que otra vuelta más) el cepo al dólar. Sin considerar el desequlibrio que las medidas oficiales producen al generar una brecha del 80% entre el dólar libre y el oficial.

La escasez de divisas es, quizás, el mayor de los desequilibrios que afronta el gobierno hasta lograr un acuerdo con el FMI, descomprimir el frente externo y lanzar un severo ajuste, mayor al que está ejecutando, culpando a la oposición. Claro que si se corrobora que el organismo financiero exige un aval parlamentario para el acuerdo, se podrían ver interesantes cambios de postura política que pueden desequilibrar ciertos relatos.

Para ir terminando, abrimos un breve desequilibrio vinculado a la marcha de la inflación. El 3% de aumento de los precios de julio no fue una buena noticia para el gobierno. Sin embargo, el 2,2% de suba en los precios mayoristas registrado el mes pasado, podría anticipar un registro para agosto más cercano al 2,5% que al 3%. Pero la novedad no podría ser una tan buena noticia: mientras los productos nacionales treparon un 2,3%, los importados lo hicieron el 1,6%. La política de «dólar barato» parece funcionar aunque más no sea para compensar parte de la suba de los nacionales, que no encuentran techo. El sistema, además, a corto plazo genera un desequilibrio entre depreciación del peso (devaluación) e inflación (suba de precios) de entre 1,5 y casi 2 puntos porcentuales al mes. En algún momento eso se resuelve, claro, y la depreciación pasa a fogonear los precios. Sin contar los problemas que genera para el comercio internacional, pero ese es otro desequilibrio. Y, como todos, de una u otra manera, recae sobre los argentinos.